Conde Duque de Olivares:
Pintura del español Diego Velázquez, realizada hacia el año 1638. Se encuentra en el Museo del Prado de Madrid desde su inauguración en 1819.
El objeto de la obra fue retratar con poderío al valido del rey Felipe IV Gaspar de Guzmán, un influyente noble y político español, conde de Olivares y duque de Sanlúcar la Mayor, conocido como el Conde-Duque de Olivares. Dentro del estilo de Velázquez, este cuadro se considera una excepción, ya que su diseño y colorido resultan más movidos y pomposos de lo habitual en los retratos del artista, más sobrios.
Olivares es retratado a lomos de un caballo, un honor generalmente reservado a los monarcas y que refleja el poder que alcanzó como valido o mano derecha del rey (cargo equivalente al actual de primer ministro). El cuadro se asemeja a los retratos ecuestres que Velázquez había pintado para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, pero no se hizo para dicha serie sino como encargo particular de Olivares, con destino a su casa. No está fechado pero se sitúa algo después que dicha serie, hacia 1638, y posiblemente se pintó tras la batalla de Fuenterrabía, un éxito militar que Olivares se atribuyó, aunque no participó personalmente. El cuadro no se sumó a la colección real, antecesora del Museo del Prado, hasta un siglo después.
El conde duque mira al espectador, asegurándose de que sea testigo de su hazaña. La figura se ve desde un punto de vista bajo y su torso se gira hacia atrás, con lo que parece más esbelto; Olivares era de cuerpo macizo y más bien torpe, tal como se ve en los retratos que Velázquez le había hecho anteriormente. El caballo alza sus patas delanteras, realizando una cabriola o levade, y mira hacia el campo de batalla trazando una diagonal con respecto a las colinas que se aprecian en el paisaje, composición que proporciona energía al retrato y que, por su dinamismo, recuerda a Rubens. Este esquema de retrato ecuestre se diferencia de los realizados para la familia real, y se cree que fue sugerido por Olivares; Velázquez hubo de esmerarse especialmente, pues Olivares era el máximo cargo político de la corte (después del rey) y le había apoyado en sus inicios como pintor en Madrid.
El noble viste un sombrero de ala ancha emplumado y la banda del estado; en la mano sostiene un bastón de mariscal con el que marca la dirección de la batalla. La coraza que luce es, posiblemente, la que se conserva en el Palacio de Liria de Madrid (Colección de la Casa de Alba).
El rico cromatismo y el tratamiento de la luz otorgan a la escena una gran vitalidad.
La batalla en la lejanía está tratada con pequeñas manchas. El paisaje es muy esquemático pues Velázquez no definió edificios ni personajes. Acaso ello se debe a que el pintor no conocía la localidad de Fuenterrabía, donde aconteció la batalla descrita, aunque otras fuentes creen que no aludía a ninguna batalla concreta. Las colinas se difuminan en tonos verdes y azules, proporcionando sensación de lejanía; por ello se dice que tiene una perspectiva aérea muy acusada.
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