La fragua:
Obra de Diego Velázquez pintada en Roma en 1630, según informa Antonio Palomino, durante su primer viaje a Italia y junto a La túnica de José, opinión compartida por la crítica. Ambos cuadros fueron pintados sin mediación de encargo, por iniciativa del propio pintor quien los conservó en su poder hasta 1634, vendiéndolos a la corona en esta fecha, junto con otras obras de mano ajena, para la decoración del nuevo Palacio del Buen Retiro.Actualmente se encuentra en el Museo del Prado donde ingresó el 5 de agosto de 1819.Velázquez se sirvió ampliamente de sus estudios sobre estatuaria clásica, de los que informa Palomino, en una especie de ejercicio escolar, modificando los puntos de vista y disponiendo las figuras como en un friso a la vez que, con la objetividad aprendida en Sevilla, disponía los objetos de naturaleza muerta presentes en el lienzo, especialmente los situados sobre la chimenea, atendiendo a la calidad de sus superficies como si de un bodegón se tratase.
En la penumbra del taller, iluminado por la chimenea y con predominio de los colores terrosos, irrumpe el dios solar irradiando luz de la cabeza y del manto amarillo que, con el fragmento de cielo azul, animan la composición. Las sombras modelan los cuerpos, pero con una luz difusa que matiza las zonas no iluminadas, superado el tenebrismo por el ejemplo quizá de Guido Reni. Los mundos celeste y subterráneo, representados por Apolo y Vulcano, se manifiestan de forma diferente también en el estudio de sus cuerpos desnudos. El rubio Apolo, coronado de laurel como dios de la poesía, exhibe un desnudo adolescente, de formas delicadas y carnes blancas, en apariencia frágil pero duro como un mármol antiguo. Ninguna idealización, en cambio, en los cuerpos de Vulcano y los cíclopes, trabajadores curtidos por el esfuerzo lo que se refleja en las carnes apretadas y los músculos tensos, aunque detenidos, observando atónitos al dios solar. Aun tratándose de desnudos académicos, con recuerdos de estatuaria clásica, han sido reinterpretados por el estudio del natural, con modelos vivos, que han puesto también los rostros de seres corrientes.
ciencias sociales
martes, 5 de junio de 2012
La hegemonia francesa
La política exterior de Luis XIV tenía como principal motivación la demostración del poder de Francia y la magnificencia del propio rey. Por ello se fue determinando conforme se presentaban las circunstancias. Sin embargo, es cierto que existían ciertos condicionamientos objetivos que orientaban los intereses exteriores de una manera determinada, aunque en la decisión de adoptar una expeditiva vía militar tuviese gran parte la consecución de gloria personal. Por una parte, Luis XIV heredaba una tradicional rivalidad con los Habsburgo, sobre todo los de Madrid, que había tenido su último acto en la Paz de los Pirineos (1659); por otro, la consecución de unas sólidas fronteras naturales era un viejo anhelo de Richelieu, siempre dejado de lado por otros problemas más urgentes; por último, existía una clara rivalidad económica con las Provincias Unidas. La reorganización del ejército por Le Tellier y su hijo Louvois lo convirtió en el más poderoso de Europa, por su número, su armamento y su disciplina. Vauban, comisario de fortificaciones, construyó un cinturón inexpugnable de fortalezas alrededor del Reino. La marina recibió menor atención, pero aun así la mejora de los puertos, la reactivación de los astilleros y el progreso de la formación de los marinos la hicieron susceptible de enfrentarse victoriosamente ante enemigos navales tan peligrosos como ingleses y holandeses.
Fontana de Trevi
Fontana de Trevi:
Según la actual división administrativa del centro de Roma, está situada en el rione de Trevi.En 1629 el papa Urbano VIII, encontrando la fuente anterior insuficientemente dramática, pidió a Bernini que esbozase posibles renovaciones, pero el proyecto fue abandonado cuando el papa murió. La contribución duradera de Bernini fue cambiar la situación de la fuente al otro lado de la plaza para que quedase frente al Palacio del Quirinal (de forma que el papa también pudiese verla y disfrutarla). Aunque el proyecto de Bernini fue desechado en favor del de Salvi, hay muchos toques del primero en la fuente tal como fue construida. También existe una maqueta anterior llamativa e influyente hecha por Pietro da Cortona. Los concursos se habían puesto de moda durante el Barroco para rediseñar edificios, fuentes e incluso la Plaza de España. En 1730, el papa Clemente XII organizó un concurso sobre la fuente en el que Nicola Salvi perdió, a pesar de lo cual recibió el encargo.Los trabajos empezaron en 1732 y terminaron en 1762, mucho después de la muerte de Clemente, cuando el Neptuno de Pietro Bracci fue situado en el nicho central. Las estatuas de Abundancia y Salubridad, en los dos nichos laterales fueron esculpidas por Filippo della Valle. Salvi murió en 1751, con su obra a medio terminar, pero antes se aseguró de que la fea firma de un barbero testarudo no estropease el conjunto, escondiéndola tras una vasija esculpida. La Fontana de Trevi fue terminada en 1762 por Giuseppe Pannini, quien sustituyó las suaves alegorías presentes por esculturas planas de Agripa y Trivia, la diosa romana.
Según la actual división administrativa del centro de Roma, está situada en el rione de Trevi.En 1629 el papa Urbano VIII, encontrando la fuente anterior insuficientemente dramática, pidió a Bernini que esbozase posibles renovaciones, pero el proyecto fue abandonado cuando el papa murió. La contribución duradera de Bernini fue cambiar la situación de la fuente al otro lado de la plaza para que quedase frente al Palacio del Quirinal (de forma que el papa también pudiese verla y disfrutarla). Aunque el proyecto de Bernini fue desechado en favor del de Salvi, hay muchos toques del primero en la fuente tal como fue construida. También existe una maqueta anterior llamativa e influyente hecha por Pietro da Cortona. Los concursos se habían puesto de moda durante el Barroco para rediseñar edificios, fuentes e incluso la Plaza de España. En 1730, el papa Clemente XII organizó un concurso sobre la fuente en el que Nicola Salvi perdió, a pesar de lo cual recibió el encargo.Los trabajos empezaron en 1732 y terminaron en 1762, mucho después de la muerte de Clemente, cuando el Neptuno de Pietro Bracci fue situado en el nicho central. Las estatuas de Abundancia y Salubridad, en los dos nichos laterales fueron esculpidas por Filippo della Valle. Salvi murió en 1751, con su obra a medio terminar, pero antes se aseguró de que la fea firma de un barbero testarudo no estropease el conjunto, escondiéndola tras una vasija esculpida. La Fontana de Trevi fue terminada en 1762 por Giuseppe Pannini, quien sustituyó las suaves alegorías presentes por esculturas planas de Agripa y Trivia, la diosa romana.
domingo, 3 de junio de 2012
Carlos II
Carlos II:
Llamado el Hechizado, fue rey de España entre 1665 y 1700, último de la Casa de Austria. Hijo y heredero de Felipe IV y de Mariana de Austria, permaneció bajo la regencia de su madre hasta que alcanzó la mayoría de edad en 1675. Su sobrenombre le venía de la atribución de su lamentable estado físico a la brujería e influencias diabólicas. Parece ser que los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real produjeron tal degeneración que Carlos creció raquítico, enfermizo y de corta inteligencia, además de estéril se sospecha que sufría el síndrome de Klinefelter, lo que acarreó un grave conflicto sucesorio, al morir sin descendencia y extinguirse así la rama española de los Austrias.Aunque en los últimos años de su reinado el Rey decidió gobernar personalmente, su manifiesta incapacidad puso el ejercicio del poder en manos de su esposa, la reina Mariana de Neoburgo, aconsejada por el arzobispo de Toledo, el cardenal Luis Fernández de Portocarrero. Según un embajador francés, durante los últimos años el rey se encontraba en estado muy precario:Su mal, más que una enfermedad concreta, es un agotamiento general.
Llamado el Hechizado, fue rey de España entre 1665 y 1700, último de la Casa de Austria. Hijo y heredero de Felipe IV y de Mariana de Austria, permaneció bajo la regencia de su madre hasta que alcanzó la mayoría de edad en 1675. Su sobrenombre le venía de la atribución de su lamentable estado físico a la brujería e influencias diabólicas. Parece ser que los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real produjeron tal degeneración que Carlos creció raquítico, enfermizo y de corta inteligencia, además de estéril se sospecha que sufría el síndrome de Klinefelter, lo que acarreó un grave conflicto sucesorio, al morir sin descendencia y extinguirse así la rama española de los Austrias.Aunque en los últimos años de su reinado el Rey decidió gobernar personalmente, su manifiesta incapacidad puso el ejercicio del poder en manos de su esposa, la reina Mariana de Neoburgo, aconsejada por el arzobispo de Toledo, el cardenal Luis Fernández de Portocarrero. Según un embajador francés, durante los últimos años el rey se encontraba en estado muy precario:Su mal, más que una enfermedad concreta, es un agotamiento general.
El retrato del Conde Duque de Olivares
Conde Duque de Olivares:
Pintura del español Diego Velázquez, realizada hacia el año 1638. Se encuentra en el Museo del Prado de Madrid desde su inauguración en 1819. El objeto de la obra fue retratar con poderío al valido del rey Felipe IV Gaspar de Guzmán, un influyente noble y político español, conde de Olivares y duque de Sanlúcar la Mayor, conocido como el Conde-Duque de Olivares. Dentro del estilo de Velázquez, este cuadro se considera una excepción, ya que su diseño y colorido resultan más movidos y pomposos de lo habitual en los retratos del artista, más sobrios. Olivares es retratado a lomos de un caballo, un honor generalmente reservado a los monarcas y que refleja el poder que alcanzó como valido o mano derecha del rey (cargo equivalente al actual de primer ministro). El cuadro se asemeja a los retratos ecuestres que Velázquez había pintado para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, pero no se hizo para dicha serie sino como encargo particular de Olivares, con destino a su casa. No está fechado pero se sitúa algo después que dicha serie, hacia 1638, y posiblemente se pintó tras la batalla de Fuenterrabía, un éxito militar que Olivares se atribuyó, aunque no participó personalmente. El cuadro no se sumó a la colección real, antecesora del Museo del Prado, hasta un siglo después. El conde duque mira al espectador, asegurándose de que sea testigo de su hazaña. La figura se ve desde un punto de vista bajo y su torso se gira hacia atrás, con lo que parece más esbelto; Olivares era de cuerpo macizo y más bien torpe, tal como se ve en los retratos que Velázquez le había hecho anteriormente. El caballo alza sus patas delanteras, realizando una cabriola o levade, y mira hacia el campo de batalla trazando una diagonal con respecto a las colinas que se aprecian en el paisaje, composición que proporciona energía al retrato y que, por su dinamismo, recuerda a Rubens. Este esquema de retrato ecuestre se diferencia de los realizados para la familia real, y se cree que fue sugerido por Olivares; Velázquez hubo de esmerarse especialmente, pues Olivares era el máximo cargo político de la corte (después del rey) y le había apoyado en sus inicios como pintor en Madrid. El noble viste un sombrero de ala ancha emplumado y la banda del estado; en la mano sostiene un bastón de mariscal con el que marca la dirección de la batalla. La coraza que luce es, posiblemente, la que se conserva en el Palacio de Liria de Madrid (Colección de la Casa de Alba). El rico cromatismo y el tratamiento de la luz otorgan a la escena una gran vitalidad. La batalla en la lejanía está tratada con pequeñas manchas. El paisaje es muy esquemático pues Velázquez no definió edificios ni personajes. Acaso ello se debe a que el pintor no conocía la localidad de Fuenterrabía, donde aconteció la batalla descrita, aunque otras fuentes creen que no aludía a ninguna batalla concreta. Las colinas se difuminan en tonos verdes y azules, proporcionando sensación de lejanía; por ello se dice que tiene una perspectiva aérea muy acusada.
Pintura del español Diego Velázquez, realizada hacia el año 1638. Se encuentra en el Museo del Prado de Madrid desde su inauguración en 1819. El objeto de la obra fue retratar con poderío al valido del rey Felipe IV Gaspar de Guzmán, un influyente noble y político español, conde de Olivares y duque de Sanlúcar la Mayor, conocido como el Conde-Duque de Olivares. Dentro del estilo de Velázquez, este cuadro se considera una excepción, ya que su diseño y colorido resultan más movidos y pomposos de lo habitual en los retratos del artista, más sobrios. Olivares es retratado a lomos de un caballo, un honor generalmente reservado a los monarcas y que refleja el poder que alcanzó como valido o mano derecha del rey (cargo equivalente al actual de primer ministro). El cuadro se asemeja a los retratos ecuestres que Velázquez había pintado para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, pero no se hizo para dicha serie sino como encargo particular de Olivares, con destino a su casa. No está fechado pero se sitúa algo después que dicha serie, hacia 1638, y posiblemente se pintó tras la batalla de Fuenterrabía, un éxito militar que Olivares se atribuyó, aunque no participó personalmente. El cuadro no se sumó a la colección real, antecesora del Museo del Prado, hasta un siglo después. El conde duque mira al espectador, asegurándose de que sea testigo de su hazaña. La figura se ve desde un punto de vista bajo y su torso se gira hacia atrás, con lo que parece más esbelto; Olivares era de cuerpo macizo y más bien torpe, tal como se ve en los retratos que Velázquez le había hecho anteriormente. El caballo alza sus patas delanteras, realizando una cabriola o levade, y mira hacia el campo de batalla trazando una diagonal con respecto a las colinas que se aprecian en el paisaje, composición que proporciona energía al retrato y que, por su dinamismo, recuerda a Rubens. Este esquema de retrato ecuestre se diferencia de los realizados para la familia real, y se cree que fue sugerido por Olivares; Velázquez hubo de esmerarse especialmente, pues Olivares era el máximo cargo político de la corte (después del rey) y le había apoyado en sus inicios como pintor en Madrid. El noble viste un sombrero de ala ancha emplumado y la banda del estado; en la mano sostiene un bastón de mariscal con el que marca la dirección de la batalla. La coraza que luce es, posiblemente, la que se conserva en el Palacio de Liria de Madrid (Colección de la Casa de Alba). El rico cromatismo y el tratamiento de la luz otorgan a la escena una gran vitalidad. La batalla en la lejanía está tratada con pequeñas manchas. El paisaje es muy esquemático pues Velázquez no definió edificios ni personajes. Acaso ello se debe a que el pintor no conocía la localidad de Fuenterrabía, donde aconteció la batalla descrita, aunque otras fuentes creen que no aludía a ninguna batalla concreta. Las colinas se difuminan en tonos verdes y azules, proporcionando sensación de lejanía; por ello se dice que tiene una perspectiva aérea muy acusada.
Carlos I
Carlos I:
Hijo de Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, y nieto por vía paterna de Maximiliano I de Austria (Habsburgo) y María de Borgoña (de quienes heredó los Países Bajos, los territorios austríacos y derecho al trono imperial) y por vía materna de los Reyes Católicos, de quienes heredó Castilla, Navarra, las Islas Canarias, las Indias, Nápoles, Sicilia y Aragón.
En 1516 fallece don Fernando el Católico, dejando vacante la corona de Aragón, mientras que la corona castellana estaba en manos de doña Juana, recluida en Tordesillas debido a su enajenación mental. Esto convertía a Carlos en regente del reino de Castilla aunque en realidad todo el poder quedaba en sus manos. Carlos embarcó en Flandes con destino a la península ibérica, llegando a las playas de Asturias en septiembre de 1517. El cardenal Cisneros, regente de Castilla, acudió al encuentro con el nuevo rey, pero falleció en Roa antes de que se produjera. El cardenal no sufrió la humillación de ver cómo el monarca le entregaba la dimisión, ingrata recompensa para un hombre que tanto había dado al reino. La camarilla de flamencos que rodeaba al inexperto rey (tenía 17 años y no sabía hablar castellano, por lo que no se podía comunicar con sus súbditos) acaparó rápidamente todos los puestos de confianza, iniciando una auténtica caza y captura de los caudales del reino que salían de las fronteras para la financiación de los asuntos en los Países Bajos. Lo primero que hizo Carlos en tierras españolas fue visitar a su madre, encerrada en Tordesillas desde hacía más de siete años. El encuentro entre madre e hijos (a Carlos le acompañaba su hermana Leonor, futura esposa de Manuel I de Portugal) fue emotivo ya que hacía más de doce años que no se veían. Posiblemente el motivo de la visita sería la legitimación de la decisión de coronarse rey (lo que había hecho en Bruselas el 14 de marzo de 1516) cuando la legítima propietaria de Castilla no había fallecido. Para solucionar este problema legal y político, desde este momento en todos los documentos oficiales figurarán el nombre de ambos soberanos, siempre el de la reina en primer lugar. Otro problema le surge a la camarilla flamenca con don Fernando, el hermano menor de Carlos, nacido en Alcalá de Henares, criado y educado en Castilla, con un amplio número de partidarios dispuestos a coronarle. Incluso los Guzmán pensaron en llevar a Fernando a Aragón donde sería coronado rey con el apoyo de doña Germana de Foix, segunda esposa del Católico. Con el fin de eliminar problemas, Chievres decidió enviar a don Fernando a Bruselas. Sin embargo, las Cortes reunidas en Valladolid se opusieron a dicha medida, exigiendo que Fernando permaneciera en España al menos hasta que Carlos tuviera descendencia. Pero Chievres consiguió su objetivo y envió al infante a Bruselas, saltándose la decisión de la asamblea. Los ánimos estaban bastante encendidos ya que los procuradores a Cortes (encabezados por el representante de Burgos, Juan de Zumel) no admitían que la presidencia estuviera en manos de un extranjero, Jean de Sauvage, ni los desmanes cometidos por los flamencos. Por eso se realizaron una serie de exigencias al rey como el respeto a las leyes de Castilla, el inmediato despido de los extranjeros que tuviera a su servicio, el aprendizaje del castellano y la ubicación de castellanos en los cargos más importantes. Carlos juró respeto a las leyes castellanas y consiguió un crédito de 600.000 ducados por un plazo de tres años.
Hijo de Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, y nieto por vía paterna de Maximiliano I de Austria (Habsburgo) y María de Borgoña (de quienes heredó los Países Bajos, los territorios austríacos y derecho al trono imperial) y por vía materna de los Reyes Católicos, de quienes heredó Castilla, Navarra, las Islas Canarias, las Indias, Nápoles, Sicilia y Aragón.
En 1516 fallece don Fernando el Católico, dejando vacante la corona de Aragón, mientras que la corona castellana estaba en manos de doña Juana, recluida en Tordesillas debido a su enajenación mental. Esto convertía a Carlos en regente del reino de Castilla aunque en realidad todo el poder quedaba en sus manos. Carlos embarcó en Flandes con destino a la península ibérica, llegando a las playas de Asturias en septiembre de 1517. El cardenal Cisneros, regente de Castilla, acudió al encuentro con el nuevo rey, pero falleció en Roa antes de que se produjera. El cardenal no sufrió la humillación de ver cómo el monarca le entregaba la dimisión, ingrata recompensa para un hombre que tanto había dado al reino. La camarilla de flamencos que rodeaba al inexperto rey (tenía 17 años y no sabía hablar castellano, por lo que no se podía comunicar con sus súbditos) acaparó rápidamente todos los puestos de confianza, iniciando una auténtica caza y captura de los caudales del reino que salían de las fronteras para la financiación de los asuntos en los Países Bajos. Lo primero que hizo Carlos en tierras españolas fue visitar a su madre, encerrada en Tordesillas desde hacía más de siete años. El encuentro entre madre e hijos (a Carlos le acompañaba su hermana Leonor, futura esposa de Manuel I de Portugal) fue emotivo ya que hacía más de doce años que no se veían. Posiblemente el motivo de la visita sería la legitimación de la decisión de coronarse rey (lo que había hecho en Bruselas el 14 de marzo de 1516) cuando la legítima propietaria de Castilla no había fallecido. Para solucionar este problema legal y político, desde este momento en todos los documentos oficiales figurarán el nombre de ambos soberanos, siempre el de la reina en primer lugar. Otro problema le surge a la camarilla flamenca con don Fernando, el hermano menor de Carlos, nacido en Alcalá de Henares, criado y educado en Castilla, con un amplio número de partidarios dispuestos a coronarle. Incluso los Guzmán pensaron en llevar a Fernando a Aragón donde sería coronado rey con el apoyo de doña Germana de Foix, segunda esposa del Católico. Con el fin de eliminar problemas, Chievres decidió enviar a don Fernando a Bruselas. Sin embargo, las Cortes reunidas en Valladolid se opusieron a dicha medida, exigiendo que Fernando permaneciera en España al menos hasta que Carlos tuviera descendencia. Pero Chievres consiguió su objetivo y envió al infante a Bruselas, saltándose la decisión de la asamblea. Los ánimos estaban bastante encendidos ya que los procuradores a Cortes (encabezados por el representante de Burgos, Juan de Zumel) no admitían que la presidencia estuviera en manos de un extranjero, Jean de Sauvage, ni los desmanes cometidos por los flamencos. Por eso se realizaron una serie de exigencias al rey como el respeto a las leyes de Castilla, el inmediato despido de los extranjeros que tuviera a su servicio, el aprendizaje del castellano y la ubicación de castellanos en los cargos más importantes. Carlos juró respeto a las leyes castellanas y consiguió un crédito de 600.000 ducados por un plazo de tres años.
Velázquez
Diego de Velázquez:
Sevilla, hacia el 5 de junio de 15991 – Madrid, 6 de agosto de 1660,Diego Velázquez, fue un pintor barroco, considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal.
Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. La presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este periodo se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las Meninas y Las hilanderas.
Su catálogo consta de unas 120 o 125 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850.2 Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su pintura y lo calificó como pintor de pintores y el más grande pintor que jamás ha existido.
La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid.
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